“El poder reside donde los seres humanos creen que reside, es un juego, un teatro, una sombra en la pared.”
Las reglas del juego están dispuestas antes de que nazcamos. Nuestras familias, nuestra educación nos prepara para jugar el juego. Nos enseñan que tenemos que obedecer a quien tiene más poder que nosotros, a quien, siguiendo la analogía anterior, tiene la capacidad para vernos y por lo tanto castigarnos. ¿Cuáles son las herramientas que nos permiten crecer y ocupar otras posiciones sobre el tablero?

Weber asume que nosotros y nosotras como ciudadanos aceptamos estas estructuras de dominio en la sociedad en la que vivimos y que dicha aceptación se produce a través de tres modos de legitimación:
- El modo de legitimación tradicional: basado en la fuerza ostentada en el pasado. Un ejemplo histórico de este tipo de legitimación serían las monarquías absolutistas. En un contexto más actual y limitado a una esfera más cotidiana podemos aceptar que un ejemplo de este tipo de poder serían las resistencias al cambio basándose en conceder un privilegio al status quo tradicional: “Esto siempre se ha hecho así.”
- La legitimación del poder carismático: basado en la apreciación percibida de atributos individuales. Socialmente valoramos positivamente una serie de características que pueden ser físicas, basarse en la capacidad de persuasión, en el liderazgo, etc. Estos atributos constituyen lo que denominamos ‘carisma.’ Ya Platón y Sócrates (S. V- IV a.C) advertían de los peligros de este tipo de legitimación en una sociedad democrática. ¿Es quien sabe convencer el candidato más adecuado para gobernar? La búsqueda de un candidato carismático es una constante en la política actual. El problema con este tipo de legitimación es la rapidez con la que se desgasta.
- La legitimación legal-racional: la herramienta más efectiva de todas, pues se basa en la justificación a partir de argumentos. De este modo quien obedece lo hace no a través de la seducción o la coerción sino a través del convencimiento de que la situación dada es la mejor posible para él mismo. Un ejemplo de este tipo de legitimación se da en el modo en el que respetamos la ley en una sociedad democrática. En teoría lo hacemos porque las leyes son aprobadas por un Congreso y un Senado elegidos por todos y creemos que obedenciendo esas leyes ganamos más de lo que perdemos.
La obediencia que suscitan estos tipos de legitimación no será nunca total para Weber, pero existirá siempre en mayor o menor grado. Quienes están sometidos están convencidos de lo positivo de su sumisión. Sin la colaboración de los que obedecen, la subordinación no es posible.
Weber resaltará también la importancia de lo afectivo en las dinámicas de poder. Cuanto mayor sea el vínculo afectivo, la identificación, entre quien ejerce el poder y quien está sometido, mayor será la entrega de esta último. Esto es algo que se refleja en las dinámicas que se dan en el seno de la familia, donde los hijos obedecen a los padres prácticamente sin oposición alguna. Si llevamos esta analogía a un terreno más amplio, cuanto mayor sea el sentimiento patriótico de los ciudadanos de un país, mayor será su respeto y obediencia a la ley.
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