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Marx: Lo económico en lo político.


Introducción a la filosofía de la sospecha.

Marx, junto a Nietzsche y Freud, forman parte de lo que se conoce como filosofía de la sospecha. Los tres, con sus peculiaridades, desconfiaron y criticaron el presente que les tocó vivir, pusieron por primera vez en duda las promesas incumplidas de la Ilustración.

Marx rechaza lo que él mismo denomina como “la concepción metafísica de la realidad”, que consistiría en una forma de estudiar la realidad como algo ya realizado, terminado, perenne. Su filosofía nace con la pretensión de transformar el mundo y es imposible entenderla sin un acontecimiento que cambió el universo social: la Revolución Industrial y el desarrollo de la burguesía. Para Marx, el secreto de la Historia no está en la filosofía, sino en la economía. Los cambios históricos dependen siempre de cambios en la economía, en el sistema de producción y de las relaciones de producción. Esta perspectiva filosófica recibirá el nombre de materialismo histórico.

La concepción materialista de la Historia.

El materialismo histórico parte del principio de que la producción y, junto con ella, el intercambio de sus productos constituyen la base de todo el orden social. Según esto, las causas últimas de todas las modificaciones sociales y las subversiones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres, sino en las transformaciones de los modos de producción y de intercambio; no hay que buscarlas en la filosofía, sino en la economía.

Así, cada sociedad, a lo largo de la Historia, ha desarrollado un modo de producción característico. Marx distingue en este sentido seis modelos:

  • El modo de producción tribal. La sociedad tribal primitiva era una sociedad en la que no se daba la propiedad privada de los medios de producción. Un modo de producción en el que las relaciones sociales establecidas eran relaciones de colaboración, y los medios de trabajo y los productos obtenidos pertenecían a la sociedad.
  • El modo de producción asiático Al depender del riego de las tierras, que exige un control centralizado de los recursos hidráulicos, se provoca la creación de gobiernos centralizados que se imponen sobre las dispersas comunidades agrícolas. Por otra parte, la simplicidad de la organización económica la convierte prácticamente en inmutable, de donde se explica su persistencia a través de los siglos.
  • El modo de producción antiguo. La sociedad antigua es una sociedad civilizada, pero basada en un sistema esclavista de producción. Las relaciones sociales en el régimen esclavista son, pues, de dominio y sometimiento. El amo, ejerció dominio completo sobre las fuerzas productivas (mano de obra - el esclavo-, y medios de producción), de las que era propietario.
  • El modo de producción feudal. Las relaciones sociales de producción son semejantes a las del modo de producción esclavista. Pero, pese a que el señor feudal posee la propiedad completa sobre los medios de producción, sólo en parte la posee sobre el trabajador (siervo), con el que establece una relación de servidumbre o vasallaje.
  • El modo de producción capitalista. Se basa en la propiedad privada de los medios de producción, aunque el trabajador es jurídicamente libre. La fuerza de trabajo es la única propiedad que posee el trabajador. El trabajo genera una plusvalía que no revierte sobre el salario del trabajador, sino que es apropiada por el capitalista, generando capital, por lo que la relación capitalista-proletario es una relación de explotación.

Desde el punto de vista de Marx, el capitalismo deberá dejar paso al modo de producción socialista, por la que la humanidad recuperará, superándolo, el modo de producción del comunismo primitivo. El modo de producción socialista se basa en un régimen de propiedad
colectiva, lo que supone la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. En consonancia con ello, las relaciones de dominio y sometimiento se sustituyen por las de cooperación recíproca.

Como podemos observar, en cualquier sistema económico que se ha desarrollado en la Historia encontramos una relación entre los medios de producción y las relaciones de producción. La síntesis de ambos elementos configura el modo de producción. Marx entiende como medio de producción cualquier elemento que sea capaz de producir bienes para la sociedad, que mejoren las condiciones de vida de los seres humanos. Están constituidos por las materias primas, las máquinas, las herramientas, el dinero, así como por las unidades de producción, es decir, los talleres y fábricas. El problema no está tanto en los medios sino en las relaciones de producción, es decir, en la distinción clara y evidente entre quién posee los medios y quién no. Esta distinción es la base de toda desigualdad en cualquier sistema económico y lo que determina la aparición de clases sociales en conflicto. La realidad responde de este modo a unas leyes que en Marx y se expresan como la lucha o el conflicto entre explotadores y explotados. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.

De todo esto podemos extraer que si queremos modificar la realidad se debe realizar una revolución que cambie el sistema económico. Todos los cambios históricos políticos han venido precedidos por cambios económicos.  La lucha de clases es el motor de la historia.

El gran logro del capitalismo es haber simplificado las contradicciones y conflictos de épocas pasadas para reducirlas al antagonismo entre burgueses y proletarios.

Nacimiento y muerte del sistema capitalista.

El capitalismo ha simplificado todos los conflictos preexistentes de etapas históricas anteriores en dos principales clases sociales: burgueses y proletarios. La burguesía es la clase hegemónica del capitalismo que posee los medios de producción -talleres, fábricas, máquinas, materias primas...-, posesión que le permite explotar el trabajo ajeno y por ello dominar en todos los ámbitos sociales: política, economía, cultura, derecho... El proletariado equivale a la clase obrera y cuya única posesión es su fuerza de trabajo.

El modo de producción capitalista, aquel que se está consolidado en el siglo XIX de la mano de la Revolución Industrial, revoluciona y aniquila totalmente el modo de producción anterior. La burguesía ha sido una clase social altamente revolucionaria porque ha acabado con la anquilosada sociedad medieval. En el sistema capitalista aparece una concentración de los medios de producción en las fábricas de las ciudades. Sin embargo, este sistema ha acrecentado las desigualdades sociales. Los defensores del liberalismo económico argumentaban que el proletario es libre de vender su fuerza de trabajo a quien quiera, pero, en realidad, está en una situación de total precariedad y dependencia frente al capitalista, puesto que de la venta de su fuerza de trabajo depende su subsistencia. De hecho, su única posesión es su fuerza de trabajo, que se ve en la obligación de vender para satisfacer sus necesidades más básicas que compartimos con el resto de animales: subsistencia y reproducción. La igualdad tampoco es un ideal visible en la sociedad capitalista puesto que ella misma hace cada vez más abismales las diferencias sociales: los ricos son cada vez más opulentos y los pobres cada vez son más miserables.

El gran problema del capitalismo, más allá de que incentiva la desigualdad, es que está condenado a reproducir crisis cíclicas puesto que la producción no está regulada, existe una anarquía en la producción. Las distintas empresas compiten entre sí para adueñarse de todo el mercado, lo que implica que el capitalismo extienda sus tentáculos a una escala planetaria o mundial. Además, el mercado tiende a saturarse de productos, lo que implica un excedente de mercancías que puede llegar a obligar a parar la producción y por tanto, al despido de trabajadores hasta que de nuevo ese excedente de mercancías sea asimilado por el mercado y se recupere la producción. La extrema competitividad lleva también a una acumulación de los medios de producción: cuando el pez grande compite con el pequeño, lo normal es que gane el grande. Esto implica que el capital esté cada vez en menos manos, disminuyendo cuantitativamente y cada vez más la clase de los burgueses y aumentando la de los proletarios, hasta que estos últimos sean conscientes de su superioridad numérica.

El proletariado en la obra de Marx encarna el interés universal que acabará con los intereses de clase. Como el proletariado no tiene nada que perder salvo sus cadenas será el sujeto revolucionario al que Marx dedica sus esfuerzos para que tome verdadera conciencia de clase. El proletariado debe organizarse y reconocer su situación de injusticia en la que vive para posteriormente derrocar el sistema capitalista y traer una nueva sociedad, la comunista, donde aparezca una sociedad reconciliada, una sociedad sin clases ni conflictos que amenacen la igualdad de sus miembros.

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