Alienación e Ideología
Si tal y como afirma Marx el sistema capitalista es injusto por definición y el proletariado es mayor en número que los burgueses: ¿cómo es posible entonces que la clase social oprimida no se rebele ante esta situación? Esta es una pregunta legítima a la que Marx también intenta dar respuesta a través de un concepto que toma de Feuerbach: la alienación.
En La esencia del cristianismo, Ludwig Feuerbach defiende que en la religión se produce un extrañamiento del hombre en tanto que éste renuncia a su verdadero ser para pasar a compararse con Dios. Pero el hombre olvida que en realidad Dios es una creación humana, de hecho, Dios es la representación de un hombre con todas sus cualidades positivas desarrolladas hasta el infinito (omnisciente, omnipresente, todopoderoso...). Dios es una invención humana negativa que solo sirve para rebajar el verdadero valor del hombre concreto. Este fenómeno recibirá el nombre de alienación. Marx, siguiendo esta línea nos dirá que la religión que es el opio del pueblo: la ideología, que sirve para que el proletariado se resigne a su vida penosa y miserable a partir de la llegada de un más allá en el que será recompensado. Pero lo interesante es que Marx no restringe el uso de este concepto a lo religioso.
Aunque Marx habla de distintas formas de alienación -jurídica, teológica, filosófica económica- en última instancia la fundamental es la alienación económica. La capacidad que nos hace propiamente humanos es el trabajo, puesto que con él hemos dejado atrás nuestra dependencia de la naturaleza y hemos sido capaces de hacer que la naturaleza se adapte a nosotros. Si el trabajo es lo que debería hacernos libres ¿por qué es aquello que esclaviza al proletariado? De hecho, cuando más libre se siente éste es cuando deja de trabajar, y se dedica a otras actividades que lo acercan más a los animales (descansar, comer, reproducirse...). El proletariado rechaza el trabajo porque en la sociedad capitalista el trabajo es una forma de explotación que aliena a los hombres.
El asunto es que el objeto final que produce el proletariado no le pertenece, le es extraño. Cuanto más trabaja el proletariado menos le pertenece el objeto producido, y Marx en sus Manuscritos de economía y filosofía hace una comparación: “Lo mismo sucede en la religión. Cuánto más pone el hombre en Dios, tanto menos guarda en sí mismo. El trabajo es además la actividad esencialmente humana y puesto que el capitalismo enajena o desvirtúa esta actividad, no solamente se le arrebata al trabajador el producto de su trabajo sino que en cierto modo se le desposee de su propia humanidad. Todo en función del beneficio de una determinada clase social: la burguesía. El trabajador sólo recibe su salario, mientras que el capitalista se adueña de lo producido y obtiene de su venta una plusvalía. Este elemento de valor añadido supone también para Marx, una tremenda injusticia generadora de más desigualdad.
Debemos tener en cuenta que la alienación no es un proceso natural y constitutivo del hombre, sino que es un acontecimiento histórico que se perpetúa en buena medida por la capacidad que tiene la ideología dominante de enmascarar su condición represiva. Las formas ideológicas tienen como función ocultar, desfigurar y suplantar una situación real de injusticia y de explotación. Pero, ¿qué es la ideología? La ideología es la representación que tiene una sociedad de sí misma a partir de los elementos que la integran: el derecho, la moral, el arte, la religión o la filosofía
La ideología es una forma de ver el mundo que satisface los intereses de los explotadores. La ideología es una falsa conciencia, una representación inadecuada de la realidad a fin de que los explotados consideren naturales y por tanto justificables e inevitables sus condiciones de vida: “siempre ha habido ricos”, “es natural que el amo se lleve una parte de la cosecha: es el dueño de la tierra, al fin y al cabo”, “si no fuera por las amos ¿quién nos daría trabajo”, son expresiones que manifiestan la aceptación de la ideología dominante por parte de los dominados. La ideología se constituye en la culminación del proceso de alienación.
Las ideologías no sólo desvirtúan la realidad, sino que se presentan también como sistemas
de justificación de la misma realidad que desvirtúan. La superestructura ideológica la constituyen, pues, el conjunto de las ideas, creencias, costumbres, etc., plasmadas en las formas ideológicas de la cultura, la religión, la filosofía, etc., con las que se justifica la "naturalidad" y "legitimidad" del modo de producción del que derivan y cuya realidad social enmascaran.
La alienación ideológica en el sistema capitalista consiste en que el trabajador cree que es legítima la apropiación de la plusvalía por parte del capitalista. El trabajador cree que, como el capitalista posee legítimamente los medios de producción (talleres, maquinaria, fábricas...), tiene una pretensión o un derecho fundado para apropiarse una parte de su trabajo, de una parte de su actividad, de una parte de su vida. A su vez, se considera legítima la posesión de los medios de producción porque deriva de una apropiación legítima de plusvalías en etapas anteriores, construyéndose un círculo vicioso en los procesos de legitimación de la explotación. La eficacia de la explotación capitalista descansa sobre la noción de legitimidad: presentarse ante las conciencias de los explotados como moralmente
justificables.
¿Utopía o realidad?
La influencia de las ideas de Marx en la Historia del S.XX son bien conocidas y han conducido al desarrollo de revoluciones como la soviética. Las conclusiones acerca de la puesta en práctica del comunismo son discutibles y no vamos a entrar en ellas en este tema. Lo que no podemos hacer es negar la grandeza teórica de Marx como filósofo y economista. Sus análisis son certeros y precisos. Marx predijo que con el uso de la tecnología mejoraría las condiciones de vida de la clase proletaria, que pasaría de ser considerada una clase trabajadora a una clase consumidora. A este fenómeno lo llamó subsunción formal. Al no percibir la explotación en sus carnes, el trabajador se olvida de que se encuentra en un sistema que genera desigualdades. El acceso gradual a ciertas comodidades hacen que se olvide de su explotación. De este modo Marx predijo que la lucha obrera perdería poco a poco fuerza, hasta alcanzar un punto en el que el obrero defendería el sistema que le esclaviza.
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